Experiencias brasileras en relación a nuestro Futuro

Hay dos eventos que marcaron a fuego la gestión tan relevante como polémica de Fernando Miele en San Lorenzo. Por un lado, la construcción e inauguración del Pedro Bidegain. Por otro, el principio de acuerdo con la firma suiza ISL. Para los que no recuerdan, la firma de ese convenio que le cedería los derechos de marketing de San Lorenzo a ISL a cambio de una suma enorme de dólares, fue impedida por la movilización de los hinchas – una vez más, la épica de la gente – que terminó en una verdadera batalla con la policía y gendarmería en la ciudad deportiva en lo que quedo para siempre grabado como el Día del hincha de San Lorenzo y lo que terminó significando – y marcando – el fin de la gestión Miele en San Lorenzo. Hasta el día de hoy, Miele y su entorno han negado siempre que el acuerdo con ISL haya sido un intento de privatización.

Ante lo que parece ser un retorno de Miele a la política de San Lorenzo, el tema del fútbol y las sociedades privadas estará de nuevo en el centro del debate. De un lado, está claro, se defenderá que el negocio con ISL nunca paso de un acuerdo de marketing. Del otro lado, se lo acusará de intentar privatizar al club. Como no podemos revisar una historia de “lo que hubiera sido”, tal vez sea interesante observar lo que ocurrió en aquellos lugares que si llevaron adelante convenios de este tipo. Más precisamente, la relación entre clubes y fondos de inversión y empresas de marketing en Brasil.

 

En primer lugar, lo que debemos recordar que, así como en Argentina, históricamente los clubes brasileños funcionan como sociedades civiles sin fines de lucro. Este es un dato fundamental para entender porque los acuerdos de “marketing” o “gerenciamiento” son vistos a veces como privatizaciones encubiertas. Como muchos ya saben, las sociedades civiles sin fines de lucro responden a obligaciones tributarias muy diferentes a las que responden las sociedades anónimas. En países con cargas impositivas consideradas altas, como Argentina o Brasil, las obligaciones con el fisco tornarían a los Clubes empresas poco atrayentes en términos financieros. De hecho, el lobby privatista busca que, de algún modo, esa brecha se acorte. Sea desgravando lo que sería un Club S.A. (como recientemente se ha sucedido en Brasil), o sobrecargando impositivamente o quitándoles subsidios a las sociedades civiles sin fines de lucro (como ha sucedido en Argentina, bajo el gobierno anterior).

 

Es por esto que una manera de gambetear las cargas impositivas pase por los acuerdos o “parcerias”, como le dicen en Brasil, con fondos de inversión o marketing que vendrían a gestionar la “imagen” de los clubes sin supuestamente interferir en la gestión. Vinculada a la FIFA, ISL surge internacionalmente siendo la mayor empresa de marketing deportivo, y en pocos años consigue, en otras tierras, aquello que la gente de San Lorenzo frustró en la célebre batalla de 2000.

 

Más precisamente, ISL firmó acuerdos con Gremio y con Flamengo, dos gigantes del futbol brasileño. Por esos años, Corinthians firma un acuerdo similar con MSI. Estas empresas inyectan una montaña de dinero en esos clubes que rompen el mercado. Son de esa época las recordadas contrataciones de Mascherano y de Tévez por parte del equipo de San Pablo.

 

El entusiasmo inmediato y algunos éxitos deportivos eran probablemente la mejor publicidad para el nuevo tipo de negocio que llegaba al fútbol brasileño. Sin embargo, como sucede por estas tierras, la felicidad duró poco, y las promesas de grandeza, de clubes a la altura de los grandes de Europa, no pasaron de espejitos de colores con olor a negocios turbios.

En pocos años ISL declaró la quiebra. Lo mismo pasó con MSI. El tufo a lavado de dinero con ese tipo de negociado se comió, inclusive, a un presidente de la FIFA y varios dirigentes sudamericanos. Pero la cuenta de la fiesta le cayó a los clubes. Si la guita de origen dudoso la habían puesto ISL y MSI, lo cierto es que los contratos con todas esas estrellas estaban a nombre de las instituciones. Por tal motivo, una vez declarada la quiebra de ISL, los ilusos grandes del futbol del Brasil se vieron, de la noche a la mañana, ahogados por compromisos millonarios.

Como consecuencia de la crisis que dejó ISL, Gremio de Porto Alegre descendió por segunda vez en su historia en 2004, y el Flamengo pasó años salvándose de raspón gracias a milagrosos errores arbitrales. El Corinthians, así como Gremio, se fue a la B tan solo un año después de la quiebra de MSI.

 

Podríamos decir que San Lorenzo tuvo mucha suerte y nuestra sociedad civil sin fines de lucro salía campeón con el equipo record del chileno Pellegrini y meses más tarde obtendríamos nuestras primeras copas internacionales del futbol profesional.

 

Sin embargo, aunque nos vanagloriemos de no haber caído en el cuento de ISL, al revisar la historia de lo que pasó en Brasil, no podemos dejar de ver que, en los últimos 20 años, también nos hemos dejado engañar por espejitos de colores. Claro, no son empresas, pero son los mecenas, los grupos inversores que, en este caso, ni firman acuerdos con el club. Vienen a “aportar”, supuestamente. Y llegaron los Ramón Díaz, los D’Alessandro, los Placente, etc. Sin duda, nos entusiasmamos con los campeonatos, el buen juego, el Silencio Atroz, etc. Pero lo que rápido viene, rápido se va y mientras más grande la fiesta es grande, mayor la resaca. Y así nos fue. Los efectos del grupo inversor nos llevaron, en aquel momento, a pelear la promoción del 2012.

 

Hoy, San Lorenzo se encuentra en una nueva crisis institucional. Una más y van. Y más allá de las primaveras, se repite patéticamente el mismo paisaje desolador. Ciertamente, los cuervos daremos muestra de la épica – y de resiliencia – que nos caracteriza. Pero ya cansa. Es el momento de plantearnos seriamente que modelo de club queremos y si estamos dispuestos a pelear por él. Si el club de los mecenas y oportunistas, cuyos dirigentes se manejan menos como representantes de los socios que como dueños que no necesitan prestar cuentas. O un club sustentable, pensado a largo plazo, bancado por recursos genuinos, cuyos dirigentes se manejen con transparencia y entiendan su papel y su lugar. Y debemos plantearnos esto ahora, cuando aparece el horizonte viejos-nuevos “salvadores”.

 

RODRIGO MONTERO





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